Devocional Cielos Abiertos

PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO II

Memoriza: “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos.” Marcos 12:31

Lee: Lucas 10:29 – 37

29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? 30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.

MENSAJE

La única persona que al final pasó y ayudó al herido fue el samaritano. En los días de Jesús, los samaritanos eran considerados personas de clase baja por los judíos, puesto que ellos no guardaban las leyes judías. De hecho, él era la última persona que alguien pudiera pensar que mostraría compasión por ese hombre.

El “Buen Samaritano” curó las heridas del hombre con vino (para desinfectarlas) y aceite (para aliviar el dolor) montó al hombre en su animal y lo llevó a una pasado para que sanara ahí, y pagó al dueño de la posada con su dinero. Cuando veo o escucho sobre gente joven que siempre están dispuestos a trabajar para Dios o dar para los proyectos del reino, mi corazón salta de gozo. Ellos han cultivado un hábito que hará que su nombre quede registrado en el libro de la vida siempre y cuando sigan complaciendo a Dios.

Nadie tiene porque ver el bien que haces: simplemente asegúrate de que lo haces de todo corazón y por el motivo correcto, que es, glorificar a Dios.

PUNTO DE ORACIÓN: Padre, quiero ser un verdadero Cristiano en palabras y hechos. Por favor dame un corazón lleno de compasión por el necesitado y por las almas perdidas.