INTRODUCCION
Siempre que el Espíritu Santo se mueve, hay gozo, milagros y visitaciones angelicales. Los ángeles están a nuestro alrededor para ministrarnos como hijos de Dios y herederos de salvación. Queremos avanzar en nuestro estudio de que es lo que pasa cuando el Espíritu Santo se manifiesta. Damos gloria a Dios por sus manifestaciones anteriores en medio de nosotros.
SIEMPRE QUE EL ESPIRITU SANTO SE MANIFIESTA HAY VISIONES
Las personas tienen dos tipos de ojos: los físicos y los espirituales. Las cosas espirituales se ven con los ojos espirituales, esta es la razón por la que es el Espíritu Santo el que te puede capacitar para ver visiones de las cosas celestiales y divinas.
Por ejemplo, Pablo el Apóstol, un hombre lleno del Espíritu Santo vio muchas visiones, que le hicieron mantenerse fuerte en su caminar Cristiano a pesar de las grandes dificultades. Aquello en lo que fijas tu mirada puede tener un gran impacto en tu vida. Por ejemplo, el mirar atrás detiene el progreso; mirar las dificultades trae depresión; mirar a Jesucristo trae salvación y esperanza y mirar al cielo trae gloria.
Son aquellos con corazones puros los que tendrán las mayores visiones, ellos verán a Dios y contemplarán Su rostro en gloria.
2 Reyes 6:17; Juan 16:14-15, 2 Cor. 12:1; Gen. 19:26; Mateo. 14:26-30; Num. 21:9; Juan 3; 14-15; Hechos 7:55; Mateo. 5:8; Salmos 123:1; Isaías. 40:26; Dan. 4:34; I Cor. 13:12; I Juan 3:2; 1 Tesa. 5:4; I Sam. 3:1; Apoc. 22:4.
SIN VISIONES NO HAY PROGRESO
Dios prometió que los jóvenes que habían sido llenos del Espíritu Santo verían visiones. Esto es porque sin visiones no hay progreso y cuando no hay progreso, el resultado es destrucción.
Los ejemplos de Moisés, Jacob, Abrahan, José, etc, muestran claramente que aquellos que llegan a ser grandes deben tener grandes visiones. Tienen que ver lo que otros no ven. Ellos deben ver y fijar sus ojos en “Aquel que es Invisible”. Que Dios abra nuestros ojos hoy. Amén.
Joel. 2:28; Hechos. 2:17; Prov. 29:18; Heb. 11:13-16; Heb. 11:27; I Cor. 30:25-43; Gen. 15:1-5; Gen. 37:5-11.