INTRODUCCION
Hemos visto que cuando el Espíritu Santo se manifiesta nace la luz. También hemos visto que por causa de los milagros que acompañan la manifestación del Espíritu Santo siempre hay gozo cuando el Espíritu Santo se manifiesta.
Además, hemos aprendido que si queremos que el Espíritu Santo se manifieste, podemos causar que lo haga regocijándonos, y cuanto más nos regocijemos más manifestación del Espíritu Santo experimentaremos.
En el último estudio, una de las historias a las que hicimos referencia estaba en Hechos 3:1-8. En esta lección, queremos estudiar la historia con más detalles para beneficiarnos más de ella.
LOS CRISTIANOS LLENOS DEL ESPIRITU SANTO NO SOLO SON PODEROSOS SINO HERMOSOS
La historia empieza con Pedro y Juan yendo a la Iglesia. Haciendo esto están siguiendo el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo quien siempre quería ir a la iglesia aunque sabía cada sermón por adelantado. El alma es como una planta que necesita agua para crecer. La iglesia es como un rio con un suministro inagotable de agua. Pedro y Juan eran muy diferentes en carácter y en apariencia. Pedro era un hombre de acción y pobre económicamente. Juan era un visionario y rico. Pero porque los dos amaban a Jesús intensamente, hicieron equipo de forma natural. La puerta fue llamada hermosa. Todo lo que pertenece a Dios es hermoso también, particularmente Sus hijos.
Lucas 4:16; Salmos. 122:1; Heb. 10:25; Salmos. 1:1-3; Hechos 13:14-16; Is. 2:3; Zacarías. 8:21; Col. 1:16-17; Rom. 11:36; I Pedro. 4:8-11; Apocalipsis. 21:21-22; Dan. 12:3.
EL PECADOR ES FEO, POBRE Y DESAMPARADO: JESUS PUEDE HACERLE HERMOSO, RICO Y FUERTE
La puerta es hermosa, pero afuera es todo tragedia: un mendigo, feo, pobre y desamparado. El mendigo simboliza al pecador que siempre está viendo las cosas buenas de Dios que no son eternas. El mendigo le pidió limosna, lo cual no le hubiera durado por mucho tiempo. Como un pecador, siempre está pidiendo cosas materiales que son temporales mientras que Jesús ofrece una solución permanente para todos los problemas. Pedro dijo, “Míranos” así como Jesús dijo a todos los pecadores en el mundo. Pedro no le ofreció plata ni oro sino a Cristo. Y hoy, Cristo sigue siendo suficiente para cubrir todas nuestras necesidades: físicas, del alma y espirituales.
Apoc. 22:15; Santiago 2:14-18; Santiago. 51:5; Eclesiastés. 2:26; Is. 59:1-2; Is. 57:20-21; Mat. 11:28; Is. 45:22; Juan 3:14-15; Filipenses. 4:19; Filipenses. 4:13; Efesios. 3:20.