NO TE RINDAS
«Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.» Filipenses 1:6
¿Has estado escuchando la voz de Dios, y de repente (o gradualmente) ya no puedes escucharle? Si es así, entonces este es tu lugar. Cualquiera que sea el caso, nunca te rindas en tu deseo y esfuerzo para empezar a escuchar de nuevo. Puede ser una situación realmente terrible. Es como quedarse sin aliento. Es como si el Señor nos hubiera abandonado.
Mientras estaba escribiendo este libro, tuve una experiencia horrible que me enseñó la importancia de lo que hemos estado comentando. En cuanto empecé a escribir este libro, todo estaba en orden y el mensaje fluía. Entonces, de repente, el mensaje se estancó justo casi al final. Por varios días no pude escribir nada a pesar de esforzarme varias veces por continuar. No sabía que el Señor quería que experimentara ese estado horrible de aquellos que ya no pueden escuchar Su voz, para que pudiera tener realmente la compasión necesaria para hablarles a ellos directamente mientras terminaba este libro.
Sucedió que al mismo tiempo en el que estaba acabando el libro, tenía que tener unas cruzadas en un tres aldeas, todas las cruzadas eran al final del mes. Entonces algo extraño sucedió. Ya no podía escuchar la voz de Dios. Todas las áreas de las que Dios me solía hablar se secaron y se cerraron y me encontré casi solo en el mundo. Oraba y oraba y el Señor no me hablaba. Busqué revelación, Su voz audible, la voz interior, visiones y trances, pero todo se apagó. De repente me convertí en una persona muerta, una persona que se había quedado sin aliento. Intentaba respirar, buscando el aliento, a veces hasta físicamente, como si no tuviera aire físicamente.
Pasado el tiempo me vi a mi mismo en las cruzadas, literalmente flotando en un total vacío, sostenido solamente por la fe que nacía del conocimiento previo que tenía de que Él nunca me abandonaría ni me dejaría. Y cuando estos acontecimientos se volvieron más duros o intensos, tuve que apoyarme en mi cuñada (que iba conmigo a las cruzadas) para obtener dirección de parte del Señor. Me acuerdo de una noche en la que las cosas se volvieron tan duras y ciertas que literalmente la ordené a mi cuñada que consiguiera revelaciones para nosotros. «Tienes que obtener una revelación por parte de Dios esta noche ya que Él aún habla contigo….» , le dije, y lo decía en serio. Sabes, el Señor sabe cuando hemos llegado al límite, así que Él le dio un mensaje a ella esa noche.
Esta situación duró tanto que pensé que había sido privado de escuchar la voz de Dios para siempre. Estaba tan seco y sin aliento que empecé a debilitare físicamente y mis pensamientos divagaban de un extremo al otro, pensando en qué iba a ser de mi. Fue entonces cuando recordé las palabras del profeta Jeremías (en sus lamentaciones). Realmente Dios a veces esconde Su rostro detrás de las nubes. Le pasó a Jeremías y clamó así:
«Aun cuando clamo y pido auxilio, Él cierra el paso a mi oración…Te has cubierto de una nube Para que no pase la oración.» Lamentaciones 3:8, 44
Aún así él se aferró a su fe y sus experiencias pasadas, y se negó a rendirse.
«Esto traigo a mi corazón, Por esto tengo esperanza: Que las misericordias del Señor jamás terminan, Pues nunca fallan Sus bondades» Lamentaciones 3:21 – 22
También me acordé de Job, cuando tuvo que llegar al punto en el que la mayoría de la gente se hubiese rendido, pero él se aferró a su esperanza en lo que conocía, que Dios no le abandonaría así para siempre.
«¡Quién me diera saber dónde encontrarlo, Para poder llegar hasta Su trono» Job 23:3
Él entonces se lamentó diciendo;
«Me adelanto, pero Él no está allí, Retrocedo, pero no lo puedo percibir; Cuando se manifiesta a la izquierda, no lo distingo, Se vuelve a la derecha, y no lo veo. Pero Él sabe el camino que tomo, Cuando me haya probado, saldré como el oro.» Job 3:8 – 10
Oh si, las confesiones de un hombre de Dios que de repente había perdido el contacto con Su Dios. «Pero él sabe el camino que tomo» es la resignación de un hombre de fe.
Ni siquiera el gran profeta Isaías se salvó de pasar por esta experiencia. Él también confirmó que este Dios puede ser difícil de entender a veces.
«En verdad, Tú eres un Dios que te ocultas, ¡oh Dios de Israel, Salvador!» Isaías 45:15
David también estuvo de acuerdo y lo expresó de una manera un poco más brusca;
«¡Despierta! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate! No nos rechaces para siempre. ¿Por qué escondes Tu rostro Y te olvidas de nuestra aflicción y de nuestra opresión? Porque nuestra alma se ha hundido en el polvo; Nuestro cuerpo está pegado a la tierra. ¡Levántate! Sé nuestra ayuda, Y redímenos por amor de Tu misericordia.» Salmos 44:23 – 26
Estos fueron todos hombres que conocían a Dios y que intentaron con todas sus fuerzas vivir una vida de justicia. Esto significa que Dios no siempre deja de hablarnos por causa de nuestros pecados (aunque esto sucede a veces). A veces, Él esconde Su rostro cuando nos está haciendo pasar por alguna prueba y quiere que aprendamos algo nuevo.Nuestro Señor Jesús mismo una vez se sintió desamparado por Dios y el también tuvo que clamar.
«Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?». Mateo 27.46. Si tú solías escuchar la voz del Señor pero ahora las cosas han cambiado para mal, tengo que reconocer que es una experiencia realmente dolorosa. Sin embargo, siempre que sigamos preparados y queramos ser restaurad. Trata de examinar tu vida, para ver si hay algún pecado no confesado. Puedes pedirle al Espíritu Santo que te ayude, pues el corazón del hombre es engañoso. Después sigue confiando y teniendo esperanza de que por Su misericordia, el día volverá a brillar. No debes permitir que las dudas te hundan. Una vez que los pecados son confesados, cree que Él te ha perdonado realmente, ya que Dios no es un hombre para mentir. (Ve a 1 Juan 1:8 – 10).
No desmayes, porque Él ciertamente te tocará y te restaurará. Se valiente.
«Espera al Señor; Esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor.» Salmos 27:14
VOLVIENDO A MI PROPIA HISTORIA
Te he contado como perdí el contacto con el Señor por un largo periodo de tiempo, y durante ese tiempo dependía de mi cuñada para comunicarme con el Señor. Era algo aterrador porque me sentía como un hombre con las fosas nasales taponadas. Esa era la situación.
Entonces, una dulce tarde, sucedió y el Señor me restauró y me volvió a enganchar a Su línea directa de nuevo. De hecho, cuando sucedió estaba en mi oficina y casi no quería volver a salir de la oficina por miedo de perder el contacto de nuevo. Al final volvía a casa porque mi mujer insistió. Al día siguiente oré todo el día y hablé con el Señor durante todo el día, solo para asegurarme de que Él aún seguía ahí.
Fue entonces cuando empecé a sentir pena realmente por aquellos Cristianos que han estado escuchando la voz de Dios y no han estado hablando con el Señor, como lo haría un hijo con su padre. Realmente empecé a sentir una verdadera carga por aquellos que por una razón u otra, han estado esforzándose pero no han podido engancharse a la línea directa del Señor. Es como tener la nariz taponada al mismo tiempo que estás sufriendo por respirar. Es como un asma espiritual.
Ciertamente el Señor es nuestro aliento, nuestro respirar. Debemos de esforzarnos y no rendirnos hasta que tengamos conversaciones fluidas con Él. Ese es el único momento en el que realmente estamos vivos en Él. Ese es el momento en el que empezamos a respirar de nuevo.
Que el dulce Padre que restauró mi aliento esa hermosa tarde en mi oficina, te toque ahora y cause que empieces a fluir en una dulce conversación con Él, desde este mismo instante, en el poderoso nombre de Jesús.
Amén.